Quiero usar una frase de José Martí solamente mencionada en esos momentos de recordación, en que hacemos gala de nuestra memoria ¨honrar, honra, hoy, en un penoso e intencionado olvido, de los que hieren el orgullo nacional, tenemos que traerla.
Si la pelota en Cuba es parte de la identidad, de la cultura, de nuestra esencia, entonces, sus grandes nombres forman parte de esa mística popular que convierte a lo simples mortales en dioses, en leyendas, que trascienden un terreno de béisbol.
Nombres hay muchos, están los que han forzado a que se conviertan sin la aceptación popular, los que se lo han ganado a fuerza de sudor y lo hemos aceptado y luego entran los que se lo han negado, y con el tiempo alguien detrás de un buró intenta decidir sobre el corazón de millones y con Antonio Pacheco han jugado sucio, muy sucio.
Las consecuencias de ignorar la historia traen consigo un peso inimaginable, es una penosa muestra autoritaria pero más que eso, es demostración de frustración de los que creen que de un plumazo se puede eliminar la gloria y los recuerdos, eso no funciona.
Pisotear a Antonio Pacheco parece ser parte de la línea de trabajo de la Comisión Nacional, no bastó con la no exaltación al Salón de la Fama del Béisbol Cubano, ahora justo en el estadio donde escribió gran parte de su historia, donde su gente se abrazó con sus batazos, con sus jugadas, donde se le rindió reverencia en toda su carrera, donde se lloró junto con él, no hay espacio para su número.
Si el béisbol cubano necesitaba un mayor acto de profanación a su pasado, a uno de sus más grandes protagonistas, aquí tiene su obra cumbre, que dolor, el Guillermón Moncada no tiene espacio para su capitán, Pablo Milanés nos cantó un día: será mejor hundirnos en el mar, antes de traicionar la gloria que se ha vivido, ¿entonces que nos toca hacer ahora?
La lista de los ausentes no solo se resume a Antonio Pacheco, faltan los nombres de Rolando Meriño, Alexei Bell, Fausto Álvarez y Gabriel Pierre, como para que el dolor sea mucho más profundo y recordarles que lo escrito en este terreno ya no forma parte de las hazañas de uno de los equipos más grandes de la pelota cubana.
Han querido que despertemos y encontremos un vacío en nuestra memoria sin las jugadas de Pierre ni sus cuadrangulares, sin esa imagen de Meriño secándose el sudor detrás del home play, de Bell volando sobre las bases o de Fausto llevándose el techo del Guillermón por un cuadrangular.
Si mi número estuviese ahí, luego de haber compartido parte de mi carrera con estos grandes renunciaba a mi espacio, hasta que ellos me acompañaran, lo que es Santiago hoy,se escribió con el aporte de todos, no de uno solo, la historia no es de un solo protagonista, es la unión de la entrega de muchos.
No se trata de que Pacheco va a faltar ahí pero no en nuestros corazones, es que no puede faltar en ningún lugar donde se respire béisbol en nuestro pais, es una cuestión de lealtad, de agradecimiento.
Y otro pensamiento martiano profundiza mucho más este terrible dolor. ¨El que no sabe orar a los grandes no es digno de descender de ellos¨.